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Francisco J. Mandiola C.
Escríbeme al mail: fmandiola@mujeropina.cl

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La Chaqueta De Chef
Ubicación, Ubicación, Ubicación

LA CHAQUETA DE CHEF
Me transformo cuando luego del descanso diario vuelvo a ponerme esa chaqueta blanca que me identifica como chef. No crean que es un trabajo fácil. Muchas veces añoro la vida de un simple trabajador que ocupa diez horas diarias en su actividad. Pero hace unos años decidí que los fogones serían mi futuro. Un futuro que un día me tiene en la cúspide y otro día me da desengaños. Así es mi vida y la de todos los chefs de cocina. Trabajamos de sol a sol, o de luna a luna, sólo con el fin de agradar a nuestros comensales. Y si bien ello cansa, es tremendamente motivante.

Vivo con la chaqueta puesta. No es que trabaje las 24 horas del día en esto, pero todo el santo día pienso en lo mismo. Es que tenemos tanto por hacer que no queda tiempo para disfrutar de la vida. Muchas veces nos ven como seres especiales y mediáticos. Aparecemos en la televisión, en revistas couché y en eventos sociales de alta gama. Nos ganamos un prestigio a punta de tenazas y fuego lo que incita a muchos a copiar o imitar nuestro trabajo. Hoy la cocina es un boom que se respira en las decenas de institutos que imparten la especialidad. Cuando comencé esto de la gastronomía éramos pocos. Nadie me había contado de los calambres en las piernas que se sufren luego de permanecer parado en una estación de trabajo cerca de ocho horas sin moverse ni nadie me había explicado los dolores de espalda que tiene un cocinero cuando trabaja medio inclinado otras tantas horas. La vorágine de nuestra vida sólo piensa en que nosotros, los chefs, vivimos cerca de un aire acondicionado y nos codeamos con lo más selecto de nuestra sociedad.

Me gané la chaqueta de chef hace algunos años. Pensé que seria fácil escalar posiciones en un mundo donde la gastronomía iba en alza. De hecho, he subido muchos peldaños, pero cada uno de ellos está lleno de vidrios molidos y de resbalosos ascensos, ya que todos pretenden que te caigas. Sinceramente me convertí en chef sin saber lo que realmente era esta profesión. Hoy disfruto lo que hago pero aun así no tengo tiempo -como el común de los mortales- , de disfrutar un café con una medialuna en una cafetería, ni juntarme con mis amigos cuando ellos están disfrutando. Aun así, pienso que me gané una chaqueta de chef y me siento orgulloso de ello. Es difícil dar consejos, pero a la larga, lo que asumes en la vida, tómalo con orgullo y sé feliz. Vomita las dificultades y goza día a día lo que esta vida te dio. Es la única forma de dejar una huella en esta tierra que te brindó la grata experiencia de nacer y vivir.
Francisco J. Mandiola C.
UBICACIÓN, UBICACIÓN, UBICACIÓN

De los cientos de libros que he leído en mi vida de cocinero, cada día que pasa estoy más de acuerdo que la ubicación es uno de los factores fundamentales para el éxito de esta profesión. Ya sea en Manhattan o en Santiago, el lugar donde este emplazado tu restaurante es preponderante. Posiblemente sea algo natural, pero aun así vemos día a día fracasos monumentales. Y si podemos ampliar el concepto, mucho de esto se apoya en el target de las personas y los objetivos que uno persigue en la vida. Estudié, no para ser un tremendo chef ni ser portada de las revistas couché, pero difícilmente podría cocinar en otro lugar que no sea la capital.

No crean que es de perogrullo, pero si así fuera, si por algún motivo mi cocina se traslada (metafóricamente) a cualquier otro barrio de Santiago o a equis ciudad del país, me iría pésimo. Y no crean que sea un problema de refinamiento. Sólo es de ubicación.

¿Se imaginan un Redzepi, el chef del mejor restaurante del mundo, cocinando en Chile? ¿A las espumas y el arte del birlibirloque de Adrià y su comida fusión en Santiago? ¿O alguno de los hermanos Roca con un restaurante en El Tabo? De seguro que no tendrían ningún éxito. Sin embargo, en sus países, son príncipes en sus cocinas.

Así como los grandes sommeliers del mundo gozan beberse unas cervezas con los amigos luego de sus extenuantes catas de vinos carísimos y exclusivos, yo gozo en mi poco tiempo libre de hacer lo mismo. O sea, salir de mi burbuja comercial y comer papas fritas con la mano y saborear unos choritos al vapor en cualquier negocio de la capital, junto a una botella de vino y una buena conversación.

Eso no es doble estándar. Es parte de la vida. Gran parte de ella me la he gastado estudiando y aprendiendo. Doy satisfacción a los que les gusta el refinamiento, a los que no les gusta ir por un completo al Dominó o comer como cerdo en algún restaurante chino. Claro está que me debo a mis clientes ya que si no estoy, el negocio no funciona.

Y eso pasa en todas las profesiones. Si eres bueno y estas bien ubicado, eso garantiza éxito. Si yerras la ubicación, será un fracaso o un trabajo enorme para revertir la situación. En la vida… el cliente siempre tiene la razón, aunque a veces no la tenga.

Francisco J. Mandiola C.