En una semana donde se ha hablado y discutido mucho sobre discriminación, existen muchas teorías que la instalan como una herramienta y que puede ser utilizada con un fin social o beneficios comunes, entre ellos John Nash (una mente brillante), además de profesores de economía, políticos, periodistas y tertulianos de todo tipo, cada vez son más los que protestan contra la globalización y la economía de libre mercado planteando que estos modelos solo exacerban la discriminación negativa, haciendo mas ricos a los ricos y pobres a los pobres, fuertes a los fuertes, débiles a los débiles, en determinadas palabras la regla hoy es ser común, entendiéndose por común no salirse del estándar y menos intentar ser diferente para no ser discriminado. Parece una escalada de contradicciones imposible de evitar, pero ante todo los problemas que han existido en los mercados, han creado un escenario que propone un nuevo sistema, con más participación del estado, menos libertad económica y más impuestos para los ricos, ampliando la calidad de ricos hasta profesionales y personas que han logrado un buen pasar gracias a sus trabajos, sin necesariamente ser “Ricos”. .

Un aspecto curioso de estas quejas es que normalmente provienen de Europa o Estados Unidos. El problema es que nuestro egocentrismo occidental nos hace perder la perspectiva porque, si miramos el mundo en su conjunto, la pobreza y las desigualdades de ingreso no son cada día mayores sino ¡más bien al contrario!.

Desde que el hombre inventó la agricultura, hace ya 10.000 años, hasta al principio de la revolución industrial en 1760, el 99,9% de la población de todos los países del mundo vivía en el umbral de la subsistencia. ¡Sí! Había reyes, césares, conquistadores o burócratas chinos inmensamente ricos, toda clase de discriminación, por sexo, clase social, color, etc… el 99,9% de los ciudadanos eran agricultores que trabajaban de sol a sol y que a duras penas podían comer, vestirse y tener una casa donde dormir. A tal nivel llegaba la subsistencia que, cuando había una mala cosecha que la mitad de la población moría de hambre. Por lo tanto, durante miles de años no sólo la mayoría de la población era pobre sino que las desigualdades en el mundo eran pequeñas y constantes, ya que todo el mundo era igual de pobre.

Hacia 1760, la cosa cambió radicalmente cuando llegó la revolución industrial y el capitalismo. Primero en Inglaterra y Holanda. Después en los Estados Unidos y el norte de Europa. Después en Japón y en el sur de Europa. Las familias trabajadoras de lo que hoy conocemos como países acomodados de la OCDE aumentaron el nivel de vida hasta el punto de tener cosas que los reyes más acomodados de épocas anteriores no podían ni soñar: desde agua potable en casa hasta electricidad, pasando por pasta de dientes, teléfonos, anticonceptivos, iphone, viajes en avión, autos o comidas en buenos restaurantes.

La economía de mercado representó un milagro sin precedentes para la mayoría de los 1.000 millones de ciudadanos que hoy viven en estos países, mientras el resto del mundo, se quedaba atrás y las desigualdades entre los 1.000 millones de personas cada vez más ricas y los 6.000 millones que permanecían igual de pobres, aumentaban sin parar. Pero entre 1950 y 1960 se despertó Asia. Primero fue Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur. Siguieron los tigres de Malasia, Tailandia o Indonesia. Finalmente en 1976 China, que expost a la muerte de Mao y China (1.300 millones de ciudadanos en población actual) quien abandona el marxismo maoísta e, introduciendo el capitalismo, abraza la globalización a base de exportar e invertir por todo el mundo. Pronto vendría India (1.200 millones) que abandona el socialismo de planificación y también introduce los mercados como mecanismo de distribución.

Pero, ¿Por qué planteo estos ejemplos? Simplemente para explicar la génesis de la discriminación, explicar que esta nace en el egocentrismo que los lleva a fijarse sólo en las desigualdades dentro de sus propios países. Es cierto que dentro de los Estados Unidos la distancia entre los acomodados y los pobres ha aumentado, pero también es un fenómeno que se repite entre los españoles acomodados y pobres y entre los chinos acomodados y pobres.
Pero cuando uno calcula las desigualdades en el mundo global, no basta con mirar la distancia entre americanos acomodados y americanos pobres o entre chinos acomodados y chinos pobres. Hay que mirar también la distancia entre chinos y americanos. Utilizando jerga económica, no sólo hay que mirar las desigualdades “dentro de los países” sino también las desigualdades “entre países”.
La moraleja de todo esto es que ha sido la libertad, la no existencia de discriminación de ningún tipo es la que explica quizás el fenómeno más importante de los últimos 30 años, y que ha sido la exposición de los 6.000 millones de ciudadanos más pobres del mundo a las fuerzas del mercado. No es ninguna sorpresa ver que la consecuencia ha sido la reducción sin precedentes de la pobreza y una igualación de los niveles de vida. La práctica pura del modelo capitalista es la que genera esos beneficios transformando cualquier tipo de discriminación en un virus que atenta contra el bienestar y la libertad de la sociedad.