Es un error común pensar que el niño antes de iniciarse en la escolaridad no sabe nada, y que la escuela le va a proporcionar los conocimientos que necesita. Más bien el proceso es al contrario, el niño llega a la escuela “equipado” con una historia personal, con una serie de destrezas y habilidades adquiridas que, sin ellas, no sería posible ningún tipo de aprendizaje. Sus posibilidades motrices, perceptivas y lingüísticas le habrán permitido descubrir su entorno más próximo; su círculo de relaciones sociales se habrá ampliado y en sus relaciones afectivas más cercanas podrá reconocer los vínculos existentes entre los familiares más allegados. Habrá desarrollado algunas nociones espacio-temporales que le permitirán recordar y reconocer acontecimientos y lugares visitados y sus crecientes habilidades lingüísticas le impulsarán a menudo a preguntar el porqué y el para qué de las cosas.
La familia, el primer agente de la educación
El niño nace en el seno de una familia en la que recibe constantemente la atención de sus padres. En la relación afectiva que se establece con el niño, la familia proporciona las primeras experiencias en el desarrollo de su socialización. Si bien en las primeras etapas a la vida de un niño sus relaciones sociales se reducen a su círculo familiar, con el desarrollo de sus habilidades podrá relacionarse con su entorno más próximo. El desarrollo del lenguaje le permitirá establecer con los adultos una relación más acorde con sus gustos y necesidades. La manera en cómo un niño adquiere estas primeras experiencias se reflejarán en los distintos momentos evolutivos de su vida.
La clave es una buena comunicación de los padres con el profesor
Es frecuente observar cómo la relación que mantienen los padres con los maestros se corresponde directamente con las calificaciones de sus hijos. Hay que considerar que en la educación de los niños, no sólo son importantes las notas, sino también todo lo que acontece en su vida. El maestro ve al alumno unas cuantas horas al día, pero sabe poco sobre todo lo que acontece fuera de la escuela. Al mismo tiempo, los padres conviven con su hijo, pero desconocen lo que ocurre durante las horas que pasa en el colegio. En las entrevistas que mantiene el maestro con los padres se comenta la evolución de su hijo, sus actitudes ante el estudio, ante las normas y la disciplina, su relación con los demás compañeros… Por su parte, los padres pueden informar de los aspectos más particulares de su hijo, su carácter, sus aficiones y las relaciones de convivencia que establece con ellos. Este intercambio permite tener una visión global del niño, de cómo se desarrolla tanto en casa como en la escuela. Cuando las líneas de actuación entre la familia y la escuela son armónicas y se complementan, la acumulación de esfuerzos en el mismo sentido favorecerá y potenciará el desarrollo del alumno. Si, por el contrario, existen discrepancias entre la escuela y la familia, si desde ésta se le resta autoridad al maestro, si se está en desacuerdo con él, en mayor o menor medida esto incidirá sobre el niño produciéndole desconcierto, falta de interés o cualquier manifestación negativa. La única forma de superar las posibles contradicciones entre la familia y el maestro será por medio del respeto y la colaboración mutua. Si pensamos que el niño se educa por la suma de influencias que inciden en el desarrollo de su persona, la comunicación con el maestro es fundamental para la evolución del proceso educativo de los niños.
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