En esta columna contaré la historia de mujeres transformadoras y empoderadas, de mujeres que de alguna forma están aportando cambios a la transformación de sus vidas y luchan para que su día a día, y en especial la de sus hijos, sea mejor.
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Hace algún tiempo conocí a María, en una de las tantas playas del litoral este de Kenia. Al lado de la carretera que va de Mombassa a Diani Beach, Maria tiene “my business” como a ella le gustaba llamarlo. Su pequeña tienda de pañuelos y pareos era sólo una de los tantos “business”que realizaba.
María era diferente a otras tantas mujeres que tienen sus negocios de emprendimientos. María no sólo se valía por sí misma, sino que tenía una actitud firme ante sus decisiones, una gran autoestima y admirables capacidades (parloteaba inglés, francés, portugués, italiano y español).
Ella con sus revistas, diarios, algún que otro diccionario que pedía a los turistas aprendió los 5 idiomas que le permitía comunicarse con los visitantes que se acercaban a comprar sus pañuelos. Esta mujer autodidacta, analfabeta, llena de simpatía y de 5 hijos trabajaba arduamente para sacar adelante su familia. Su orgullo era poder costear la educación de su hija mayor en la escuela del pueblo, pero soñaba con que su pequeña hija “Conchi” pudiese estudiar en la universidad del Estado.
Tuve la suerte de compartir algunos días con ella y su hija “Conchi”, más que compartir fue nuestra guía y acompañante en las diversas actividades que realizamos juntas: paseo en barco, tuc-tuc y por supuesto, visita al mercado africano local.
He conocido muchas mujeres emprendedoras, pero María es una mujer fuerte, que se siente empoderada, sabe de su poder y de su valor para generar cambios. Sabe que a través de la educación y su trabajo puede transformar su realidad y cumplir sus sueños.
Entonces, ¿Qué logramos cuando somos mujeres empoderadas? ¡Todo! Una mujer empoderada tiene valor, es fuerte, sensible, pero no débil y su corazón es valiente y generoso.