Deseo un año con más mujeres empoderadas, con más igualdad de género, donde más niñas tengan acceso a la educación, y donde no haya mujeres maltratadas ni asesinadas por sus parejas.
Deseo un 2014 con mujeres que tengan voz y voto en todas las instituciones del gobierno, desde el poder judicial a la función pública, así como en el sector privado y la sociedad civil, para que puedan participar en igualdad en el diálogo público y la toma de decisiones, e influir en las decisiones que determinarán el futuro de sus familias y países.
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¿Por qué una mujer empoderada? La igualdad de género y el empoderamiento de la mujer son derechos humanos y la clave del desarrollo y del logro de los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM). La equidad entre hombres y mujeres es un objetivo fundamental para el progreso del desarrollo humano y la igualdad de género no es sólo un imperativo moral, sino porque también es una manera de promover prosperidad y bienestar para todos.
A pesar de los progresos realizados, las mujeres representan el 60% de los más pobres a nivel mundial, menos del 16% de los parlamentarios, las dos terceras partes de los analfabetos y son objeto de violencia sistemática, tanto en los conflictos armados como en la intimidad del hogar.
La ecuación desarrollo=crecimiento económico se ha cuestionado desde hace décadas en muchos países sudamericanos, donde ha quedado demostrado que el crecimiento económico sin políticas de equidad aumenta la desigualdades y la brecha entre hombres y mujeres: dos tercios de las personas pobres son mujeres, con menor acceso a educación, a salud, a decidir el número de hijos y cuándo tenerlos, a participar en la vida de su comunidad y, en definitiva, a su propia autonomía.
El compromiso de Chile con la igualdad continúa diluyéndose, sigue sin aparecer en la agenda ni en los debates nacionales. Por tanto, tardaremos en ver políticas concretas que repercutan directamente en la promoción de la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
No obstante, hay historias de mujeres que demuestran su resistencia, fortaleza y valor día a día.
Un ejemplo es Malala y tantas miles de mujeres en Afganistán, Kuwait, África y Latinoamérica que luchan por su vida o por cambiar sus vidas. Ellas son agentes decisivos en la gobernanza democrática, la reducción de la pobreza, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible y la respuesta al VIH y el SIDA, y todos nosotros, mujeres y hombres, debemos enfocar nuestros esfuerzos y luchar de la mano con todas las “Malalas” del mundo.
Carola Madrid F.
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