En el ámbito del desarrollo personal de la mujer mucho se ha hablado acerca de lo importante que es para ellas tener la posibilidad de desarrollarse en diversos ámbitos: maternidad, en lo laboral, como mujeres con nuestras parejas y familiar porque también somos hijas, hermanas y amigas, parte de un conglomerado social en el que somos el motor principal que a través del amor junta las distintas piezas como un puzzle.
Es sin embargo, un verdadero desafío en muchas ocasiones y para muchas de nosotras avanzar en los distintos ámbitos de nuestra vida muchas veces encontrando obstáculos para nuestro propio desarrollo en los paradigmas que se nos han enseñado desde que somos niñas. Desde pequeñas se nos enseña que debemos ser cariñosas, sonrientes, bonitas y que nuestra mayor fortaleza está en ser empáticas con el resto y cuidar de los demás. Tal como sostiene Sheryld Sandberg, directora de Operaciones de Facebook en su libro “Lean In”, se nos enseña a que existe un príncipe encantado que vendrá a salvarnos, al que muchas se quedan esperando en distintas etapas de su vida. Esperar a que te salve tu papá si tienes algún problema cuando niña, o a encontrar un buen hombre que te acompañe y te proteja como pareja durante tu vida adulta, en fin, encontrar un mentor o jefe que te guíe y aconseje en tu vida o carrera profesional.
Esto puede llegar a ser un impedimento en momentos clave de nuestra vida, en los que debemos tomar decisiones importantes y lo hacemos muchas veces pensando primero en el bienestar de los demás que nos rodean y no en nuestro propio ascenso o desarrollo personal o profesional. Es común ver que en las promociones u oportunidades laborales que impliquen un cambio de ciudad o país, ellas, los rechacen, asumiendo la realidad de no ser promovidas y estancarse en un cargo más bajo a pesar de estar preparada para dar más en nuevos desafíos, porque simplemente no cuentan con el respaldo de su esposo, de su pareja o de la familia nuclear para seguirla en este cambio. Esto en cambio, no es un problema en el caso de los hombres, quienes simplemente dicen sí, y después comentan en sus casas la promoción que se les ha ofrecido y que ellos han aceptado.
Desde este punto de vista, nos vemos enfrentadas casi día a día, a impedimentos que vienen de dentro, de nosotras mismas, de nuestra educación, de los paradigmas que nos enseñan desde chiquititas acerca de cómo debe ser una “buena mujer” y que nos lleva después en nuestra vida adulta a estar siempre demasiado preocupadas por ser buenas, empáticas, agradar a todos y cuidarlos a todos. El problema se presenta cuando ese “chip” que tenemos tan internalizado entorpece nuestro propio crecimiento, nuestro empoderamiento como seres individuales y que como tales evolucionan, crecen y cambian. En ese proceso por lo general, vamos necesitando ser más asertivas, tomar decisiones menos agradables o populares para el resto, pero que significan bienestar para nosotras, crecimiento y productividad para nuestros equipos de trabajo, ascensos y promociones en nuestras carreras profesionales.
Es ahí donde el empoderamiento de la mujer actual juega un rol importante, en ayudarnos a sacarnos los clichés, los chips y las ideas que tan internalizadas significan muchas veces impedimentos que nos llevan a decidir por los demás, por el bien general o por caerle bien a todos, antes que decidir por nosotras mismas.
Silvia Guerrero J.
Mujer Opina
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