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Pablo Morano
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Vives tú Vida o la de otros

Hoy disfruto del sol que llega a mi ventana, y también del calor que nos entrega aunque creo que pronto será tiempo de conseguir un ventilador acá en Santiago.
Hace unos pocos días me topé en internet con algo que al principio me intranquilizó, pero después pude ver que en realidad servía como un llamado de atención al mundo porque ante todo mostraba que somos nosotros mismos los que nos encerramos, porque nos atraparnos en estereotipos y formas de pensar que impiden nuestro crecimiento y desarrollo como humanos y como alma. Lo que encontré fue un blog de una persona que dejó una carta de despedida que fue publicada de forma automática luego de quitarse le vida. Me llamó la atención que era una carta gentil y con bastante paz en sus palabras, excepto por una idea: Él decía tener  “la mente rota” y no poder seguir viviendo con esa mente así.
Las primeras preguntas que me hice fueron: ¿Qué es una “mente rota”? ¿Puede una mente estar rota? Y las segundas: ¿Cómo puede alguien convencerse de tener la “mente rota”?, ¿Cómo alguien que tiene un doctorado puede considerar que tiene una “mente rota”?.La mente es una parte poderosísima de nosotros. Gracias a ella es que tenemos las casas que tenemos, los edificios, los autos, la tecnología, la medicina capaz de trasplantar un órgano si lo necesitamos y también un medio de comunicación como este, pero como toda herramienta es el ser humano el que hace uso de ella de manera sana o insana, allí es donde cobra sentido la idea que alguien puede llegar a tener de una “mente rota”.
Como sociedad desde niños no nos enseñan a usar la mente como herramienta, sino que nos dicen que se usa de una forma y de una sola forma, y entonces cualquier otra manera debe de estar mal. En resumen no nos enseñan a pensar, sino que nos enseñan a qué pensar, y esa es la barrera más grande que tenemos hoy como seres humanos.


Nos enseñan que la forma de vivir la vida es una sola y que es como una colección de cosas que debemos completar para que algún día, cuando lo logremos, lleguemos a poder ser felices.
Y así pasamos en un juego esperando terminar el colegio, para luego ir a la universidad, casarnos, tener hijos, ir a trabajar, comprarnos un auto, el ascenso en el trabajo, el postgrado, y así eternamente, postergando la vida.
Nos dicen que si salimos de ese juego en el que nos metemos sin darnos cuenta desde pequeños vamos a sufrir, incluso los amigos nos dicen que no vamos a poder lograrlo e intentan detenernos por nuestro bien, pero la verdad es que sufrimos mucho más por no ser quien realmente somos.
Entonces nos sentimos llenos de inseguridades y buscamos distintas maneras de complacer a otras personas, más adecuadas en el juego para sentirnos bien, para que algún día llegue el momento de disfrutar de la vida, pero si no lo logramos y quedamos atascados en un círculo vicioso un “loop” donde vivimos en constante inseguridad.
El desafío es que necesitamos de esa seguridad personal para poder llegar a ser nosotros mismos y desarrollar nuestro don en la sociedad, lo que realmente sentimos que puede ser nuestro aporte al mundo, y solo cada uno puede entregarse a sí mismo ese permiso, esa seguridad. Nadie lo puede hacer por ti.


Este es el llamado de atención al mundo que veo en la carta de ese anónimo: sé quién eres, date el tiempo para conocerte de forma más profunda y haz algo al respecto; no dejes que te convenzan que tus ideas son menos, y tampoco que tus acciones no cuentan, porque cada una de ellas puede hacer un mundo de diferencia.

¡Vive tu vida!

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